lunes, 15 de julio de 2024

"Moriré en el escenario"


Leonor Benítez cumple 35 años como fundadora y directora del Grupo de Teatro San Javier con quien ha participado hasta ocho veces en la cita anual del Festival Internacional de Teatro Música y Danza que se celebra en el Auditorio municipal. 


Leonor Benítez cumple 35 años como fundadora y directora del Grupo de Teatro San Javier, con el que ha participado hasta ocho veces en la cita anual del Festival Internacional de Teatro Música y Danza que se celebra en el Auditorio municipal. Ni los mares, ni las arenas del desierto, ni vivir en dos continentes, ni siquiera una revolución y una amenaza de muerte la alejaron de su destino: el teatro y sus entresijos.

Leonor Benítez Sepúlveda, nació el 14 de mayo 1938, en Larache (Marruecos), por entonces protectorado español. Hija de Domingo (militar) y Leonor (enfermera). En 1945 ingresa en el internado Colegio María Inmaculada de Toledo y finaliza en 1957. Ahí cursa hasta Bachiller superior y estudia Magisterio.

Al salir se dedica a la enseñanza y gran parte de su vida profesional la desarrolla en El Aaiún, Sahara Occidental, hasta que se retira, y en 1989 llega a San Javier donde funda el Grupo de Teatro San Javier y cumple el sueño de dedicarse de lleno al teatro, labor en la que lleva más de 35 años. 

Les propongo que hagamos un pacto: un pacto literario en el que me tomaré la licencia de contar la vida y trayectoria teatral de Leonor Benítez, aludiendo a algunas de las pautas propias del reportaje periodístico en favor de un enfoque literario e incluso, en algún momento, un punto de vista cercano al teatral. 

Para ir ambientándonos, les invito a viajar en el tiempo, al siglo XVI en Madrid. Imaginemos a Calderón de la Barca mientras escribe ‘La vida es sueño’ y pone voz al soliloquio de Segismundo, inmortalizando así una de las estrofas más recitadas en la historia de la literatura:

¿Qué es la vida? Un frenesí.

¿Qué es la vida? Una ilusión,

una sombra, una ficción,

y el mayor bien es pequeño;

que toda la vida es sueño,

y los sueños, sueños son.


Y desde este sueño que es la vida, les presento este documental biográfico pergeñado a cámara lenta y con variedad de horizontes, escenarios y, para mantener nuestra atmósfera teatral, llamaremos personajes a los entrevistados.  

La vida de Leonor Benítez, nuestra protagonista, daría para un libro, y no solo por su vida personal, sino por los acontecimientos históricos en los que vivió sumergida. 

Llevo varios meses con este reportaje y ella, un poco impaciente, me dice que “a ver si lo terminas antes de que me muera”. La verdad es que oculto mi sonrisa mientras la escucho porque fantaseo al pensar que, con esta espera, a lo mejor le estoy alargando la vida

Imaginen a una mujer de esa época y con vocación teatral. No puedo evitar el recuerdo de Concha Velasco con aquello de “Mamá quiero ser artista”. Pónganse en el contexto y comprenderán que no era una vocación que hiciera feliz a ningún padre o madre. Sin embargo, esa era su pasión y, como si este artículo fuese un cuento, aquí va la historia de su sueño. 

Veremos cómo su vida ha culminado en el teatro, envuelta en la tramoya, candilejas y bambalinas y veremos cómo aún se emociona cuando dice que “Cada día me ilusiona más pisar el escenario y, a su encuentro, nunca he faltado”. 

Y ahora sí, alcemos el telón para este reportaje sobre Leonor Benítez aunque, como ella misma dice: “Daría para varios tomos”. 


PREÁMBULO

Es martes y huele a primavera. A las ocho hay ensayo y Leonor camina hacia la biblioteca entre jacarandas con un manuscrito de su obra de teatro ‘Zeus’, que es la que van a interpretar. 

Cruza los jardines del parque Almansa mientras el sol tiñe la tarde de naranja y rosa. Sonríe al ver el auditorio. Son muchas las obras que ha dirigido en esas tablas. Porque ella es de tablas tomar. Es mujer de tablas y pisa firme. Es mujer de teatro y en su mente se cosen escenas; se maquillan focos; se encienden rostros; se escriben telas; se pincelan diálogos y rematan gestos. Ningún detalle sin su imperdible; ningún imperdible sin su detalle. 

Mientras camina, medita sobre su vida. Van a entrevistarla y le han pasado unas preguntas sobre su biografía y trayectoria teatral. Son muchas las cuestiones a las que ha de responder y es inevitable convocar al pasado: reflexionar. El pasado, ese presente continuo que alberga recuerdos, emociones y nostalgia. 


ACTO I

INFANCIA

–Leonor: Nací en Larache. Cumplí mi primer año ya en España y residimos en El Pardo que es donde nos destinaron. 

Mi padre, Domingo, era militar y mi madre, Leonor, enfermera. Eran dos personas muy especiales para mí y aún las tengo presentes. Somos dos hermanas, Elena y yo, y juntas estudiamos bachiller y magisterio en el internado. Al terminar, allá en 1957, mi hermana cursa Ingeniería Industrial y yo comienzo a trabajar de maestra en el colegio Pío XII, en El Pardo

Leonor en una imagen de infancia. 


Guardo buenos recuerdos del internado y, aunque a veces echaba de menos a mis padres y añoraba sus abrazos, me lo pasaba bomba. Era muy trasto y me llevé alguna que otra regañina que me dejaba sin recreo. Allí desarrollé el amor por la literatura y el teatro y me inicié en este mundillo pues tuve mi primera actuación interpretando a María Fleming, dama de María Estuardo

Fue un momento emocionante y me di cuenta de que mi pasión realmente estaba en el escenario. Además, siempre miraba con fascinación el famoso programa cultural de televisión ‘Estudio 1’, que presentaba obras teatrales. Sentía una conexión especial con el teatro y sabía que era lo que quería hacer. 

Desde que tengo memoria el teatro ha sido mi pasión: mi vida. De niña me sentía atraída por la lectura y los libros. Aprendí a leer muy chica, era una devoradora de libros. Leer me transportaba a mundos de aventuras y emociones. Supongo que mi amor por las historias influyó en mi interés por el teatro, ya que el teatro es, en sí mismo, una forma de contar historias de una manera más vívida y emocional. 

Recuerdo que, cuando mi madre me mandaba al estanco a comprar sellos o cajas de cerillas, se me iban los ojos a unas colecciones de edición infantil, de minilibros, que eran todos, todos, todos los clásicos griegos y del Siglo de Oro. De vez en cuando le sisaba algunas vueltas e iba ahorrando las perrillas para comprarlas. 

Mi madre, por supuesto, se dio cuenta y nunca me dijo nada. Así que yo seguía devorando libros y enamorándome de las fábulas y sus personajes. 

Un día, mientras estábamos en casa, Elena y yo notamos cierto tono en la conversación de nuestros padres. De jóvenes creo que desarrollamos cierta intuición que no deja que se escape ningún detalle de los mayores y, mucho menos, si susurran. Así que ahí estábamos Elena y yo, ya mayorcitas, agazapadas, como dos espías, escuchando a escondidas y bien atentas. 



Domingo y Leonor

Los padres de Leonor, Domingo y Leonor, siempre en su memoria.

–Domingo: ¿Ves, Leonor? Tan preocupada que estabas con lo de enviar a las niñas al internado y míralas, ¡ya tienen acabado el Bachiller y hasta Magisterio! Elena ha empezado Ingeniería y Leonor ya está trabajando de maestra.

–Leonor madre: Al final me convenciste. Tenías muy claro que no querías a las clásicas señoritas que solo supieran bordar, planchar y almidonar. Y ¡ahí están! Aunque, si miramos atrás, Leonor ha sido la más fantasiosa de las dos y a veces un poco trasto en el colegio, ¿recuerdas cuando la directora nos mandó una nota quejándose de sus travesuras? Mírala ahora, toda una mujer y maestra.

UN POCO DE HISTORIA
Antes de seguir con la vida de nuestra protagonista, repasemos un poco la historia para que entendamos la coyuntura sociopolítica que se encuentra al llegar.
El Sáhara Occidental está situado frente a las islas Canarias. Fue colonizado por España entre 1884-85 y se convirtió en la 53 provincia española. Por entonces, era un inmenso e inhóspito territorio habitado por pueblos nómadas como las tribus bereberes y el pueblo gitul. Cuando España toma esos territorios busca beneficiar principalmente al archipiélago canario con la pesca y con la arena del desierto y, además, explotar otros recursos naturales como los yacimientos de fosfatos, cobre, hierro, petróleo, gas o uranio, entre otros.
En 1975, Marruecos (con el apoyo no oficial de EEUU), con el fin de presionar la salida de España para anexionarse el Sáhara, promueve una manifestación de civiles marroquíes, (mujeres, hombres, niños y ancianos), a la que llama Marcha Verde y que invade y cruza de forma pacífica el Sáhara español pero sin llegar a sus posiciones militares.
Ante esta situación se crea una administración temporal tripartita formada por España, Marruecos y Mauritania para realizar la transición. Aunque España se compromete a realizar un referéndum y la ONU ratifica su autodeterminación, cuando España se retira, Mauritania y Marruecos aprovechan para hacerse con el territorio sin respetarlo. Entre 1975 y 1976, los saharauis tuvieron que abandonar sus casas, sus pueblos, sus ciudades, en definitiva, sus vidas para instalarse en el desierto. Y aún en el desierto los bombardearon con napalm.
En 1979 Mauritania es derrotada por el Frente Polisario y se retira. A fecha de hoy el pueblo saharaui sigue sin su autodeterminación y están repartidos: unos habitan en la parte del Sáhara ocupada por Marruecos y otros, en los territorios liberados o exiliados en los campamentos de refugiados en las arenas de la provincia de Tinduf, Argelia.


ACTO II


Rumbo al Sáhara

En 1970 nuestra Leonor llega al Sáhara Español al inicio del Movimiento Independentista Saharaui, después llamado Frente Polisario. Es una época en la que el pueblo saharaui plantea su autodeterminación y hay guerrillas que atentan contra las Fuerzas Armadas españolas.

Giro inesperado

Después de este repaso histórico, imaginemos a una joven Leonor en 1970 rumbo a África. Fue un momento crítico en su vida porque en poco tiempo ha perdido a su padre y a su madre, sus referentes. Deja atrás a su novio y se embarca en una aventura en pleno desierto del Sáhara bajo un conflicto que está germinando.

–Leonor: Al salir del internado comenzó mi vida laboral. Vivía con mis padres y daba clases en un colegio. Todo iba bien pero, de repente, mi vida dio un giro inesperado: Perdí a mis padres en cuatro años y eso para mí fue una paliza; me encontré muy sola y no sabía qué hacer con mi vida hasta que vi publicado en el BOE una plaza de maestra en el Colegio Menor de la Sección Femenina de El Aaiún y cursé la solicitud, con tan buena fortuna que me la dieron.

Recuerdo que fue en el mes de febrero y preparé la maleta para el viaje. Subí al avión y mientras sobrevolaba el mar y lo miraba me sentía tranquila, pero cuando comencé a divisar la línea del continente africano me preguntaba a dónde voy, dónde me voy a meter. Veía pasar cadenas, como cintas de oro, de dunas, dunas y dunas, preciosas, por cierto.

Llegué al Sáhara en un momento histórico complejo rodeada de un ambiente multicultural y lleno de desafíos. Fue una experiencia única en mi vida.

Aterricé en El Aaiún y me vi en un sitio que no tenía nada que ver con lo que yo había vivido antes. Al llegar al colegio, me involucré en la educación y la dirección teatral.

En el internado éramos cinco profesoras que impartíamos la EGB y un profesor de Corán que les daba clase un día a la semana. Las niñas eran un grupo de españolas no internas, y otro grupo de nativas estas sí, internas, porque venían de Villa Cisneros o La Güera. Se sentían tan españolas como tú y como yo. Guardo cientos de anécdotas y todas son muy gratas. Me encontré con una sociedad matriarcal, con mujeres independientes y con facilidad para separarse de sus maridos.

Del toque de campana a Vivaldi

Yo, que por circunstancias había estado interna soportando años despertándome al son de una campana, comenté con la directora la idea de utilizar otro sistema sonoro menos agresivo. Le expliqué la idea y me dio permiso. Así que, un día que estaba de guardia, me levanté temprano, preparé el tocadiscos y puse ‘La Primavera de Vivaldi’. Fue un momento espectacular pues era la primera vez que oían música clásica, les encantó. A partir de ese día se acabó la campana.


Ópera prima

Y como soy tan inquieta, se me ocurrió montar una obra de teatro: ‘El libro de la selva’.

Fue impresionante. Se invitó al gobernador, a las autoridades locales y quedaron asombrados al ver a aquellas niñas, que no sabían ni lo que era el teatro, representar una obra. Fue emocionante ver cómo el teatro trascendía las barreras culturales y conectaba a las alumnas, tanto nativas como españolas.

Puedo decir que fue el empujón que necesitaba para seguir mi vocación teatral. 
Es como la génesis de mi vocación. Puedo decir que sí.


Alumnas del desierto. 
Los nombres de algunas discípulas de Leonor, con las que descubrieron juntas el teatro.


Yacimiento de fosfatos

Pasaron un par de años y allá por el 72, solicitaron una maestra para subir al poblado nativo de Fos Bucraa, en pleno desierto, en el yacimiento de fosfatos. Según los químicos era de tal pureza que apenas había que tratarlo. Parece que lo estoy viviendo: un yacimiento con zanjas inmensas de las que afloraba un polvo blanco sin olor parecido a los polvos de talco.

Este año ya se notaba una marejadilla: se percibían ciertos cambios en el ambiente. Los nativos ya nos miraban de otra manera porque estaba activo el tema de la autodeterminación y Marruecos estaba revuelto.

En la mina estuve hasta 1974 y, regularmente, viajaba sola en mi Mehari a El Aaiún que era donde tenía mi casa. Atravesaba parte del desierto, unos 50 kilómetros de caminos de tierra y piedras. En mis vacaciones o fines de semana iba a Tenerife o la Península y realicé algunos cursos de teatro.

Leonor en su Mehari, con el que recorría el desierto en tiempos difíciles.


La Marcha Verde

En noviembre de 1975, se inicia la Marcha Verde y la población española vuelve a la península. Se quedan algunos grupos técnicos: químicos, ingenieros y peritos de minas, personal administrativo, etc., que se encargaban de enseñar a los nuevos equipos para el mantenimiento de la mina.

En esos días ya se veía llegar a lo lejos una nube inmensa de polvo y gente que caminaba hacia nosotros. Eran civiles, hombres y mujeres de todas las edades, niños, ancianos, y algún militar, pero muy pocos.

Amenaza de muerte

Una mañana, al llegar a clase encontré una nota que habían echado por debajo de la puerta, la cogí y caminé hacia mi mesa mientras la leía. La nota decía: Leonor, vas a morir el próximo 19 de octubre a manos del Frente Polisario. Entonces, guardé la carta y seguí dando clase. Tras esta amenaza me aconsejaron llevar una pistola.

Ya sabía usar armas porque años antes tomé clases de tiro y me saqué la licencia. Conseguí una pistola y siempre la llevaba encima, en la cintura. Los episodios de amenaza continuaron. Un día aparqué mi coche, un Mehari rojo, en la puerta del colegio.

Al salir de clase mi coche estaba rodeado por un grupo de hombres que me impedía montarme en él. Lejos de acobardarme, les dije: ¿qué pasa, no tienen ustedes que trabajar hoy? y se apartaron. Como estas situaciones se repetían, tanto el gobernador como el jefe de la mina, me recomendaron que regresara a El Aaiún. Así que me fui al colegio de La Paz.

Y allí me quedé. Fui la única maestra que había. España se fue ese año, en el 75, y yo me quedé hasta 1980. He de comentar que, a pesar de estar muy a gusto, con los cambios preferí marcharme porque algunas cosas me entristecen mucho.


Han pasado los años, pero el trozo de papel con la amenaza de muerte conserva su poder destructivo, que no doblegó a la maestra.

Fue duro irme. Yo estaba enamorada del desierto. Me impresiona más el desierto que el mar y eso es algo que hay que vivirlo para sentirlo.

Mi hermana vino a visitarme dos veces y decía que, cuando le preguntaban que cómo es el desierto, ella contaba que es algo que no se puede explicar, que hay que estar allí para comprenderlo.

Medalla de la Paz de Marruecos a Leonor Benítez Sepúlveda.

Es la cosa más impresionante que he podido disfrutar en mi vida, es alucinante. Poder revolcarse en su arena y sentir el calor que te envuelve y que no es desagradable porque no es húmedo. Al oscurecer, algunas compañeras y yo íbamos a las dunas a ver las estrellas, y el brillo y la nitidez con las que se veían no las he visto en ninguna parte.

Recuerdo con cariño esa época: mis paseos por el desierto; mis alumnas, ir a comer a sus casas y compartir con sus familias fue delicioso. Aún conservo fotos de ellas y mantengo el contacto. ¡Claro!, ahora son mujeres de más de 60 años y cuando hablamos sentimos nostalgia de esa época.

La inmensidad de las dunas del desierto. Leonor se llevó las dunas en la retina a su vuelta a la península.

Vuelta a El Pardo

Así que volví al colegio Pío XII del Pardo siempre conservando la experiencia en el Sáhara de la que guardo unos recuerdos maravillosos.

Pasó el tiempo y me enteré de que vendían unas casas en Santiago de la Ribera y decidí volver cerca de la arena, pero en este caso, junto a la arena del mar. Y bueno, ya llevo 36 años por aquí, en San Javier, que se dice pronto.


ACTO FINAL

Nos cuentan…

–Pepe Ibáñez: En los años 68-69 se crea un grupo de teatro llamado Óscar 69 y promueve el I Certamen Comarcal Mar Menor. El proyecto tiene éxito y al crecer, para poder gestionarlo mejor, en 1986 se funda un Patronato Municipal, del cual formé parte como secretario-interventor hasta 1990.

A finales de esa década, el Patronato se disuelve y la organización la asume el Ayuntamiento. En 1989 comenzó a denominarse Festival Internacional de Teatro, Música y Danza de San Javier, del que fui director del año 2000 al 2003, ambos inclusive. Han pasado también Francisco Rubio, Juan Ángel Serrano, Alfonso Riera, José Hervás, César Oliva, Paco Martín y César Tárraga.

–María Dolores (Yoyi): Cuando entro de concejal en 1987, la programación y gestión teatral se realiza desde el Patronato Municipal de Teatro, del cual el alcalde José Ruiz Manzanares era presidente y yo, vicepresidenta.

Cuando llega Leonor, funcionaba el certamen de teatro pero no existía ningún taller ni grupo pues ya no existía el legendario Óscar 69. Tenemos que agradecerle a Leonor lo que su iniciativa ha representado para este pueblo y, por supuesto, a todas aquellas personas que contribuyeron a ello.

–Antonia Cler: Fui concejal desde 1979 hasta 1999. Por entonces, compaginaba mis tareas de Concejal de Cultura y Servicios Sociales a la vez que atendía mi supermercado. En esos años también fue concejal Javier López, quién se encargó durante su mandato del Festival.

Recuerdo que en las legislaturas que me encargué del teatro, Leonor vino a la tienda, se presentó y me puso al día sobre los talleres y el grupo. Siempre me hablaba del Sáhara. Para nosotras era un tema en común porque, en ese momento, y de la mano de Amigos del Pueblo Saharaui, facilité la acogida de niños durante sus vacaciones escolares.

Aprovechábamos su estancia para hacerles revisiones médicas, dentales, de la vista, etc. Ella me hablaba de las niñas de su colegio con orgullo e ilusión, de cómo habían evolucionado y de sus logros profesionales y personales.

Es una mujer que transmite pasión por el teatro. En un cuerpo tan pequeño guarda un espíritu muy grande y su entusiasmo es digno de admiración.

–David Martínez: Actualmente, es el Ayuntamiento, bajo la dirección del Concejal de Cultura, quien organiza y gestiona el Festival Internacional de Teatro, Música y Danza de San Javier.

Como concejal encargado y director del Festival, puedo decir que el Grupo de Teatro San Javier es uno de los principales activos culturales de nuestro municipio. Por ello, recibe una subvención municipal, ayudas para mantener abierta su actual sala de microartes escénicas «Javier López», además de tener una fecha reservada en el Festival para estrenar anualmente un espectáculo. Recordemos que fue un grupo de teatro local, Óscar 69, el germen de este gran proyecto que es hoy nuestro Festival de Teatro, Música y Danza y el actual grupo de teatro.

Leonor es una de las grandes damas de la cultura en San Javier. Cofundadora del Grupo de Teatro San Javier. Pionera. Gracias a Leonor muchos sanjaviereños aman el teatro. Sigue activa, ha vivido por y para el teatro, una de sus grandes pasiones. Emana cultura y saber. Un honor contar con ella como vecina y amiga.

Leonor recibe los aplausos del público en el estreno de una de sus obras más redondas, ‘El médico a palos’, junto a actores queridos y entrañables del Grupo San Javier, como Javier López y Pepe Pardo.




IMPROVISACIÓN


2023. (Personajes que intervienen: Conchi, María Ángeles, José Teodoro, Dori y Judith. Toman café en un bar en la plaza del Ayuntamiento mientras esperan a una periodista y recuerdan sus inicios en el teatro junto a Leonor).

CONCHI.– (Saluda y habla mientras toma asiento).

Hola, en un rato viene la periodista. Me dijo que necesitaba de nuestra colaboración para el reportaje que le está haciendo a Leonor. Por lo visto, le interesa que le hablemos de los inicios del teatro en el pueblo, allá por el 1969, antes de que Leonor llegase aquí ¡Uf! (Sonriendo) ¡Habrá que hacer memoria! (Todos ríen).

El primer grupo se llamó Óscar 69, (echa sus manos a la cabeza), ¡hace 55 años! y promueve el primer certamen en el pueblo. Tuvo tanto éxito que se crea un patronato y nace el actual Festival Internacional de Teatro, Música y Danza de San Javier.

La primera obra que hicimos con Leonor fue el ‘Auto de la Natividad’ en el 89. Que recuerde, Paloma Sánchez hacía de Virgen María y César Tárraga de San José. Los Reyes Magos eran Manolo Arteaga, Antonio Ferrer y Antonio Meroño, Pepe Sánchez de Zacarías. Mi hermana Mari Carmen y yo salíamos cosiendo como familiares de María, yo hacía de Sta. Isabel y ella de Claudia, la mujer de Pilatos.

María ÁNGELES.– (Sonríe con cariño). Pues si hago memoria, desde que la conozco, Leonor va siempre con la botas puestas y preparada para la acción. (Todos afirman riéndose).

(Con satisfacción). Hasta en el Telediario salía anunciado nuestro Certamen de Teatro. ¡Venía lo más vanguardista de la escena teatral! Tan vanguardistas que, algunas obras, a veces, ni se entendían. (Todos vueltos hacia ella y ríen con complicidad).

(En un tono más reflexivo). En cuanto a la historia de nuestro teatro, los primeros pasos se dieron con D. Antonio López, el cura. (Con cierta admiración). Era un hombre muy inquieto y nos implicaba a todos en diversas actividades parroquiales y culturales.

JOSÉ TEODORO.– (Nostálgico). Así es, empecé a figurar en los autos sacramentales con D. Antonio allá por el 67-68. Por entonces yo era de los más jóvenes (Sonríe con sorna). Nos gustaba hacer esas obras y nos picó el gusanillo de hacer algo más disciplinado. Como D. Antonio iba muy liado y no podía llevarlo todo él solo, nos reunió y nos propuso poner al frente como director a Paco Rubio, un amigo suyo, que había dirigido algunas obras. Así que se presentó y, a partir de ahí, surgió el grupo de teatro Óscar 69.

DORI.– (Preguntando al resto). ¿Con qué personaje teatral identificaríamos a Leonor? Yo diría que… (sin darle tiempo a terminar, todos al unísono contestan). ¡Con Bernarda Alba! (Se ríen y aplauden la coincidencia y explican que ambas son mujeres de armas tomar en momentos difíciles).

CONCHI.– Hay una cosa más que reconocerle a Leonor, y es que, a pesar de los pocos recursos de que disponíamos, ella, con su buen gusto, se encargaba de hacer el vestuario y la escenografía. Actuábamos sin apenas focos ni sonido. Recuerdo que, cuando representamos ‘Anillos para una dama’, allá por 1991 en el auditorio del parque Almansa, lo hicimos a voz en grito. Los medios eran pocos y la ilusión mucha.

JUDITH.– (Dirigiéndose a Conchi, su tía, con una gran sonrisa). ¿Os acordáis que empecé a los 9 años en el ‘Auto de la Pasión’? Salía de relleno, de pueblo, llevando las palmas, y más tarde, actué en mi primera obra e hice de bufón en ‘Blancanieves’. Así que, ensayaba y actuaba junto a mis padres y tíos.

Es un gran valor para el teatro de este pueblo. Tiene un ojo impresionante para la escenografía y el atuendo. Tiene mucha cultura e investiga al detalle el ropaje de cada época antes de confeccionarlos. El colorido, los detalles y complementos y las texturas, son una maravilla. ¡Tiene tanta pasión!

Con ella descubrí el teatro y gracias a su influencia estudié Arte Dramático en Murcia. En la actualidad soy la monitora del taller municipal justo donde recibía los talleres de niña. Por sus manos hemos pasado muchos jóvenes de San Javier. Y no solo yo, también Eva Boronat y Leticia Tárraga estudiaron Arte Dramático.

JOSÉ TEODORO.– (Sin poder contener la risa). Recuerdo cómo me propuso participar en el teatro. Yo iba por el centro cívico y por entonces llevaba barba y el pelo largo. Ella se cruzó conmigo y al verme la pinta se plantó frente mí y me espetó: Tú vas a hacer de Jesucristo. Y así hice el papel en el ‘Auto de la Pasión’. ¡Fue durante tantos años, que cuando dejé de hacerlo ya no me veía en otro personaje!

Otra cosa importante es que, al tener tantos contactos, consiguió que en un libro editado por la Concejalía de Cultura de Madrid, titulado ‘El auto sacramental en España’, en el que se recopilaban autos sacramentales, tuviésemos una representación. Fuimos a Madrid Leonor, Toñi, la peluquera, y yo y llevamos fotografías del vestuario y la música del ‘Auto de la Natividad’ y del ‘Auto de la Pasión’. Así que, ahí estamos representados con fotografías del vestuario, música y escenas de esa obra.

Lo cierto es que, con todo lo que hemos vivido junto a ella, sentimos que somos el grupo de Leonor.


ENTRE BAMBALINAS


¿Qué proyectos llevas entre manos?

–Leonor: Estoy organizando un grupo en el que toda persona que ame el teatro pueda colaborar. Por lo pronto, somos unas diez personas. Hace poco representamos en Avileses ‘Don Juan Tenorio y doña Inés de Ulloa Siglo XXI’ y ‘Penélope’. Ambas escritas y dirigidas por mí. En la actualidad estamos ensayando ‘Zeus’. Esta obra quiero que sea muy original y con un final inesperado. Si todo va bien espero que esté para este invierno.

¿Se te ha quedado algo por cumplir?
–Leonor: Sí. Mi asignatura pendiente es presentar, aquí en el Auditorio, ‘Los bosques de Nyx’. Para mí, sería un broche a mi carrera.

¿Qué te apasiona del teatro?

–Leonor: El escenario. El sancta sanctorum. Para mí es algo sagrado, la caja negra, el embrujo. Hay que sentir el espacio en el que se va a actuar. Recibir sus sensaciones porque vas a dar lo mejor de ti al público. Salir al escenario transforma: entra un subidón de pasiones, da la oportunidad de expresarse a través de distintos personajes y de alguna manera dejas de ser tú. El teatro no es fácil. Hay que desnudarse, quitarse la piel y entrar en el personaje.

¿Qué le dirías a quienes quieren dedicarse al teatro y encuentran obstáculos?

–Leonor: Fácil no es, pero si te lo propones y te vas formando poco a poco se puede conseguir, pero eso sí, es una lucha permanente. Titánica. Hay que quitar los obstáculos que te impiden avanzar. El teatro es muy disciplinado y hay que ser perseverante. A los padres les diría que no coaccionen el interés de los hijos por el teatro, que los dejen volar e incluso caer, pero que no les corten las alas.


CUANDO CAIGA EL TELÓN

–Leonor: De joven te acostumbras a ver caer el telón y lo vuelves a ver levantarse. De mayor sientes que ese telón baja muy despacio, sientes que un día bajará y ya no se levantará. A lo largo de los años, al final, lo que te queda es el cariño y el apoyo de las personas que te han acompañado hasta aquí, como el cariño del que es mi puntal, mi sobrino Antonio, el hijo de mi hermana.

En San Javier encontré la oportunidad de cumplir mi sueño y recuerdo con mucho cariño a los que empezaron conmigo, gran parte de ellos venían de Óscar 69 y para mí merecen mi máximo respeto y admiración porque de la nada sembraron una semilla que ha culminado en un gran festival internacional.

Aquí se levantó y se cerrará mi telón. Mi amor es el teatro. A esta edad tan longeva es lo que me sostiene, no sabría qué hacer sin él. Y aquí sigo, al pie de los caballos. Dentro de mí me siento como Moliere y, a mi manera, moriré en el escenario.


EPÍLOGO


Es de noche, la hora bruja en la que la función acaba y aún queda en el escenario el alma de la representación con la bruma de las emociones en el aire. Se alejan los actores dejando el aura del brillo de sus trajes mientras el público, de pie, les brinda una ovación. Está a punto de caer el telón, Leonor mira al frente mientras se deja envolver por los aplausos. 

Comienza a bajar el telón. 

Se detiene.

De pronto todo se ilumina y se ensancha el escenario porque a veces, el telón no baja: 
Se expande.



LAS FOTOGRAFÍAS han sido cedidas por Leonor y por un grupo de personas allegadas. Algunas proceden de la web municipal del Festival de Teatro de San Javier y del blog del Grupo de Teatro San Javier.

miércoles, 2 de agosto de 2023

El guardiamarina Ángel Otón Martínez hace historia al cruzar a vela el Cabo de Hornos en Elcano


“Al tomar la voz en la guardia, contemplar el aparejo y ver este impetuoso mar me sentí el hombre más afortunado del mundo”.


El sanjaviereño Ángel Otón Martínez hace historia al cruzar el legendario Cabo de Hornos a vela en el 95 crucero de instrucción del Juan Sebastián Elcano: el buque con más años de la Armada española, pero también el velero, bergantín-goleta, en activo más antiguo del mundo.


Ángel Otón Martínez, 23 años, 14 de abril del 2000 en San Javier (Murcia). En 2018 se matricula en el Grado en Ingeniería en Tecnologías Industriales de la Universidad Politécnica de Cartagena  (UPCT). En 2019, ingresa en la Escuela Naval Militar de Marín (Pontevedra),  donde acaba de terminar el tercer curso. Desde enero de este año y hasta julio, ha realizado su instrucción en el buque escuela Juan Sebastián Elcano, de la Armada Española.


Cuando Ángel Otón Martínez, guardiamarina del buque escuela Juan Sebastián Elcano, pisó por primera vez la cubierta, no imaginó que estaba a punto de embarcarse en un viaje mítico hacia uno de los puntos más peligrosos del planeta. 


Él y el resto de las casi 250 almas que componían la tripulación de este bergantín-goleta, de casi 95 años, iban a realizar una hazaña épica: atravesar por primera vez a vela el legendario Cabo de Hornos: El Everest de la navegación.


Enclave temido por sus islotes, peñas traicioneras e icebergs; por sus vientos huracanados, corrientes marinas y oleajes de vértigo. Nieblas,  nevadas y temperaturas bajo cero que han causado a lo largo de estos siglos cientos de naufragios que superan la cifra de 10.000 marineros.



Vocación marinera


Esta aventura comenzó en su niñez: “Recuerdo que desde pequeño mi padre me hablaba de Elcano. ¡Hasta  tengo un cuadro en casa!


Pasados los años y ya en la universidad, un día -comenta Ángel-, al salir de clase junto a un compañero de la sede de Industriales, vi entrar en el puerto de Cartagena, con sus remolcadores, nada menos que la F-103 Blas de Lezo, una de las fragatas más modernas de nuestra Armada y del mundo. 


En esa época me asaltaban dudas sobre mi futuro y, al verlo, supe lo que debía hacer. Fue un momento de esos que hay quien pueda considerarlo casualidad o destino sin embargo, como creyente, sentí que fue intercesión de Dios”.



Se presenta a las prueba selectivas de ingreso en las Fuerzas Armadas


“Lo recuerdo como si lo hubiese vivido ayer. Había una página  Web de Defensa en la que podíamos mirar cómo iba el desarrollo de  la oposición, pero los resultados se retrasaban. Me pasaba las horas pegado al móvil, refrescando la página. El día que esperaba saber si  estaba admitido me encontraba en  Campoamor, en la playa. No me bañé por no soltar el móvil ni un segundo. 


Cuando volví a casa estaba en el sofá sentado con mi hermana Mercedes y en ese momento lo publicaron. 


Empecé a gritar como un energúmeno y fui corriendo a buscar a mis padres, Toñi y Ángel, y a mi abuela Dolores. Fue un momento de alegría inmensa ya que no estaba seguro de si entraría con mi nota. Más tarde se lo dijimos a mi hermano Ramón y al resto de familiares y amigos”.



En la Escuela Naval Militar


En la actualidad, soy alumno de tercer curso (guardiamarina de primero) de la Escuela Naval Militar de Marín, el único centro de formación de oficiales de la Armada. 


Es una formación de cinco años y en tercero es cuando todas las promociones realizan un crucero de instrucción en Elcano, con el fin de obtener un contacto más intenso con nuestro medio y aprender la profesión. 


Los primeros años se  trabaja y se lucha para que por fin llegue el momento de embarcar y, a veces, sentía cierta incredulidad. Esos seis meses de crucero marcan la vida personal y profesional de todos los oficiales que han pasado por ahí.



El Juan Sebastián Elcano


“A bordo de Elcano te puedes sentir como transportado en el tiempo” -explica Ángel-. “Al principio pensé que un barco de tanta edad, casi 100 años, estaría en peores condiciones, pero la Armada y la dotación del barco hacen un gran esfuerzo en mantenerlo de manera que cumpla su misión de embajada flotante con nota.

Es el barco más representativo y conocido de la Armada en España -dice-. Verlo por primera vez fue algo casi místico. Se me puso la piel de gallina cuando lo vi entrar en el muelle de la escuela.

Un conocimiento antiguo como es el de la navegación a vela, perdido en la mayoría de Armadas del mundo, en este barco alcanza una perfección sin igual. Sus 95 cruceros se hacen valer. Tiene un movimiento de cabeceo y balance muy, muy noble y tranquilo incluso con fuertes marejadas. El navegar a vela es, si cabe, más especial. Pensar que una buena configuración de aparejo, mezclada con vientos propicios pueden hacer que un barco de estas dimensiones alcance velocidades mayores de diez nudos es impresionante. El realizar viradas, dar velas, cargarlas, etc.

Cualquier maniobra que se realice con un personal con experiencia como el que tiene, con grandes contramaestres y oficiales hace que parezca una obra de arte. Los materiales y el estado en el que se encuentra son excepcionales.

Todos los oficiales describen este buque como el mejor de la armada. Efectivamente, por su perfección. Es antiguo, pero no viejo, y al tener tantos años se controla muy bien su funcionamiento: cómo ajustar (trimar) el aparejo, según las circunstancias, para que navegue lo mejor posible”.




Se cumple un sueño

“Embarcamos la noche anterior a la salida para ubicarnos y dejar nuestro equipaje -recuerda -.

El 14 de enero, después de los actos protocolarios, bajamos al muelle durante unos breves minutos para despedirnos de nuestras familias. Estaba con sentimientos encontrados. Por un lado, tenía ganas de emprender ese viaje tan increíble y, por otro, no quería dejar a mi familia.

Nos despedimos con abrazos y besos y embarqué. Fui a mi puesto (tranvía del mayor proel) y desde allí avisté los dos remolcadores que nos tenían enganchados por la banda de br (línea imaginaria que divide el barco de proa a popa).

A los acordes de algunas de mis canciones favoritas, vi como el barco empezaba a separarse del muelle, al punto que empezaba a recitarse por órdenes generales el ¡larga trinquete en nombre de la Santísima Trinidad!

Fue en ese instante, en el que me separaba de la tierra, cuando tomé conciencia de que estaba realmente embarcado.

Hasta entonces habían sido ilusiones y pensamientos vacíos. Me emocioné mientras escuchaba tocar a la banda: esa música, esas palabras; la imagen de mi madre, Toñi, llorando y la de mi padre, Ángel, vestido de capitán de navío, saludándome con la gorra, calaron en lo más profundo de mi corazón”.

Y es que su padre, el capitán de navío Ángel Otón Carrillo, hace 40 años, el 12 de enero de 1983, embarcó en el “Juan Sebastián Elcano” para realizar su instrucción militar. Nuestro querido y eterno cronista oficial Miguel Gallego le dedicó, en 2013,un capítulo con motivo de su toma de posesión como comandante del Centro de Buceo de la Armada (CBA) y director de la Escuela de Buceo de la Armada.

El padre

“Nada en el mundo -comenta Ángel padre-, hubiera impedido que fuese a despedir a mi hijo. Cuando yo embarqué nadie pudo acompañarme y ahora quería que mi hijo se sintiese apoyado y querido por sus padres. Así que ahí estábamos Toñi y yo”.

“Era un momento de emociones y sentimientos agolpados -continúa-. Toñi lloraba porque iba a estar seis meses sin ver a su pequeño y con cierto temor a que sufriera algún peligro.

A mí también se me escapó alguna lágrima, pero no por la separación o los peligros sino por ver un sueño hecho realidad y el orgullo de que mi hijo fuese a bordo. Y quizás, también, por la añoranza de otros tiempos”.

La madre

Toñi Martínez Pardo trabaja de administrativo en el Hospital General Universitario Los Arcos del Mar Menor y cuenta cómo fue para ella ese momento de la despedida: “Hemos tenido la oportunidad de llevarlo a Cádiz y verlo embarcar. Cuando Ángel padre embarcó eran otros tiempos y no pude acompañarlo. Es emocionante ver a padre e hijo vistiendo el mismo uniforme. Al padre como capitán de navío (coronel), y al hijo como guardiamarina de primero.

La mañana de su partida asistimos junto a sus compañeros, familias y autoridades a la misa y procesión con la Virgen que embarca a bordo, la llaman la Galeona, y los acompaña en el viaje. Unos instantes antes de zarpar dejan bajar a toda la dotación para abrazar por última vez a la familia. Pedí que me hicieran una foto de ese instante. En el último momento no quise reprimir más mis sentimientos y empecé a llorar con muchas ganas; impresiona, desde primera línea, escuchar la banda de música, los alumnos alineados en los palos con las gorras diciendo adiós. Ver el barco alejarse lentamente del muelle por seis meses te desgarra las entrañas.

Aunque es un barco grande dotado de altas tecnologías -explica Toñi-, no deja de ser insignificante en medio de los grandes océanos que nos rodean. No sabes si volverás a estrechar entre tus brazos a tu hijo, de la misma manera que lo acoges cuando nace. Esos instantes te producen un nudo en el estómago imposible de desatar”.





El veterano ‘embajador y navegante’

El comandante del buque, el capitán de navío Manuel García Ruiz, explica que: “Se trata de la decimosexta vuelta a Sudamérica, además de arribar a otros puertos de Centroamérica y de Estados Unidos, por lo que se puede considerar que esta ruta es un planteamiento habitual.


En esta ocasión, los puertos visitados son Santa Cruz de Tenerife, Río de Janeiro (Brasil), Buenos Aires (Argentina), Punta Arenas (Chile), El Callao (Perú), Cartagena de Indias (Colombia), Puerto Limón (Costa Rica), Pensacola (EEUU), Nueva York (EEUU), la Escuela Naval Militar en Marín y finalmente, el regreso a Cádiz está previsto para julio.

Sin embargo, en este caso lo que sí fue poco corriente y único fue el cruce del Cabo de Hornos, porque no estaba previsto y se aprovechó una ventana meteorológica como oportunidad. Es la primera vez que se hace en los casi 95 años de servicio a la Armada del buque escuela”. En cuanto a la tripulación, comenta que “con pequeñas variaciones ronda las 250 personas”. En este número se incluye a las 74 damas y caballeros guardias marinas”.

Del buque se dice que tiene la doble misión de “embajador y navegante”. El comandante aclara que “la de navegante, como buque-escuela, por el crucero de instrucción. Nuestro objetivo es contribuir a su formación integral, que abarca todas las áreas posibles: militar, naval y técnica; ingeniería mecánica, formación socio-cultural, ético-humana y física”.

“Todo ello -continúa- sin dejar de lado sus guardias en la mar (en diversos puestos, como puente, derrota, meteorología, cubierta o máquinas), así como su participación en las maniobras marineras del barco o una actividad clave, como es la observación astronómica del sol y las estrellas a diferentes horas del día. Aunque contamos con medios modernos para situarnos geográficamente en la mar, seguimos utilizando el sextante, un instrumento náutico con el que se obtenía la situación antiguamente. Hoy en día el GPS nos da la situación precisa del buque en la mar, pero consideramos que un oficial de marina debe poseer algún tipo de cualificación para ser capaz de ubicarse sin ayuda de un satélite en medio del Atlántico, empleando la navegación por estima y el sextante.

La segunda misión del buque, y al mismo nivel que la de formación, es la de embajador como apoyo a la acción exterior del estado y la presencia naval. Aunque pueda parecer excesivo, a nosotros nos gusta considerarnos una embajada flotante. Y lo cierto es que así lo sentimos. Llevamos la bandera de España a los diferentes puertos y países que visitamos, lo que supone un acercamiento a ese país para reforzar los lazos y relaciones de amistad y, en muchas ocasiones, de hermanamiento entre ambas naciones.

Juntando todo lo anterior, conseguimos el objetivo de que nuestras escalas sean un gran impulso para la imagen de España y de su Armada en el exterior de manera transversal, en todos los aspectos de la sociedad y no solo en el militar y naval”.

Y junto a estas misiones se encuentra la de observatorio permanente del cambio climático. Se trata del proyecto Bandera 1519, parte del programa de la UNESCO, que desarrollan conjuntamente la Armada y la Universidad de Cádiz, que reconoce al buque escuela como observatorio científico permanente cuyo objetivo es monitorizar aquellos aspectos relacionados con el cambio climático a partir de la extracción de datos oceanográficos. (+ info La Revista Española de Defensa de febrero de 2023).





Rumbo a la aventura

Elcano, el majestuoso ‘velero blanco’, con sus cuatro palos y veinte velas, se adentra en el océano Atlántico mientras decenas de veleros lo escoltan en su despedida. A su paso, las olas rotas lanzan su espuma a la diosa Minerva, el característico mascarón de proa, alma y guardiana de la tripulación frente a las adversidades marinas.




Ángel Otón nos cuenta su primera guardia: “Después de comer fui a mi vigilancia, la primera en puente. Los barcos van a vigilancias, como un hospital o un cuartel de policía. Nos vamos relevando cada cuatro horas. Recuerdo que, al tomar la voz, contemplar el aparejo y ver este impetuoso mar, me sentí el hombre más afortunado del mundo”.

Al preguntarle qué es ‘tomar la voz’, explica que: “Es llevar el gobierno del barco. La tiene un oficial u oficial alumno en este caso. Su función es ordenar al caña (timonel) el rumbo, la velocidad, debe estar atento a otros buques, etc.”.


Temporales en alta mar

El comandante García Ruiz cuenta que: “desde el punto de vista de la navegación, durante el crucero, sufrimos dos temporales bastante seguidos en el Atlántico sur.

El primero en las costas patagónicas argentinas, que venía precisamente de Cabo de Hornos y, a pesar de navegar cerca de costa para evitarlo, nos produjo algunas averías en el palo bauprés que solventamos en puerto. Y poco después, en el Estrecho de Magallanes, sufrimos un viento que alcanzó los 65 nudos (unos 120 km/h).

En el segundo caso, la navegación era en una zona angosta que, además de apenas permitirnos avanzar, nos limitaba mucho el gobierno del barco (es decir, su conducción), por lo que estuve a punto de dar la vuelta y esperar a que amainase para navegar con seguridad.

Finalmente, gracias a la pericia del timonel y del personal de máquinas, que realizó unos ajustes en el servo del timón, recuperamos la capacidad de gobierno con garantías y pudimos seguir. Eso sí, tuvimos que ir a, prácticamente, la máxima velocidad del barco durante un elevado número de horas hasta llegar a una zona de fondeo más calmada”.





Cabo de Hornos

“Hacía más de un siglo que un buque de la Armada española no cruzaba el Cabo de Hornos a vela - continúa el comandante-. “El Cabo de Hornos es, probablemente, el punto geográfico más respetado para un navegante en todo el mundo. Es famoso por su dura climatología, cambiante y extrema, con continuos temporales y vientos que llegan a ser huracanados, temperaturas bajo cero y grandes corrientes y oleajes, habitualmente de hasta 8 o 9 metros y en los que no es extraño llegar a los 12 y superiores. Es, además, un cabo que se encuentra elevado a la categoría de legendario o mítico por los centenares de naufragios que allí han ocurrido y por las miles de almas que allí se perdieron.

Ese 29 de marzo se puede decir que tuvimos suerte porque aprovechamos una ventana de oportunidad en la que la meteorología dio una tregua y permitió navegar con seguridad, ya que el barco tiene 95 años y no hay que ponerlo en situaciones comprometidas, pero también podemos decir que buscamos esa suerte. Se cruzó por primera vez en la historia del buque y era también la primera vez, desde hacía más de un siglo, que un buque de la Armada no lo cruzaba a vela.

Se encontró una ventana horaria pequeña pero suficiente para poder efectuarlo con seguridad. El viento permitió llevar izado el aparejo de cuchillo, que fue el que impulsó el buque con un viento de componente oeste de entre 15-20 nudos, es decir, unas condiciones muy aceptables, que aumentó posteriormente. No obstante, en el tiempo que empleamos en cruzar el cabo, nos encontramos unas condiciones meteorológicas cambiantes: arreció el viento; navegamos en niebla; salió el sol durante un rato y nevó en varias ocasiones”.

Calma tensa

El alférez de navío (AN) Carlos Ameyugo Fernández del Campo, Oficial de Seguridad Interior y Electricidad y Oficial de Información Pública, al preguntarle sobre ese día, cuenta que: “Nos encontrábamos en latitud 56º 00.3' S, la más austral jamás alcanzada por el buque. Había lo que se puede denominar como calma tensa. Teníamos viento de poniente de entre 15-20 nudos. Cielos nublados con chubascos en forma de nieve y granizo intermitentes. Mar de 3 metros. Baja visibilidad a causa de los chubascos. Y mucho frío. Es una zona muy cambiante. De hecho, se podría decir que en esa hora que navegamos al sur del Cabo de Hornos, vivimos las 4 estaciones del año. Decía calma tensa por el hecho de saber que, en cuestión de horas, esa misma zona volvería a su climatología habitual de olas de más de 8 metros y vientos huracanados”.

El guardiamarina Otón, de turno esa madrugada, recuerda que: “Montaba ese día alba, de 0400 a 0800h. Hizo mucho frío durante todo ese tiempo que estuve al aire libre. Al acabar y sin apenas tiempo para el desayuno, se tocó maniobra general y se dio el aparejo con el que cruzaríamos, a media mañana, el Cabo de Hornos. Fue de película, ya que fue en una breve tregua entre el tren de borrascas del sur que azota constantemente esa zona y por ello es tan temible. Al pasar, el cabo era una roca de color oscuro, con algo de nieve por sus cimas. El agua era de un color frío, grisáceo. Mientras lo atravesábamos sentíamos cierto respeto porque se trata quizás del sitio de la tierra con más barcos hundidos en su lecho a causa de temporales”.

Tras cruzarlo -continúa Otón- el comandante dijo unas palabras para agradecer personalmente todo el trabajo de preparación y ejecución llevado a cabo”.

“Quiero dar a todos las gracias -dijo el Comandante en su discurso- por el esfuerzo que habéis realizado para hacer posible esta nueva gesta del barco. Y sobre todo quiero felicitaros porque sois la primera dotación que consigue hacerlo. Hace más de un siglo que un barco de la Armada no navega a vela por esta zona. Enhorabuena a todos y muchas gracias por haberlo hecho posible”.

“En ese momento aplaudimos -recuerda Otón-; fueron días y momentos de mucha tensión. Éramos conscientes de que se trataba de una hazaña histórica y, más que nunca en el crucero, pudimos sentirnos herederos de los marinos españoles que siglos atrás navegaban esas aguas. Se estaba haciendo historia para la Armada de España”.





Vuelta a casa

Regresamos a Marín el 12 de julio, el día anterior ya vimos las islas Cíes y las Ons. Me sentía en casa. Ese mismo día vi a mis padres. Al atracar y verlos sentí mucha emoción. Estaban emocionados y efusivos.

Realmente, el ver que acababa el viaje me produjo una división de sentimientos. Por una parte quería estar con mi familia de nuevo pero, por otra, sabía que a mis espaldas se cerraba el que quizás fuese a ser uno de los mejores capítulos de mi vida. Esos últimos días, rondaba por mi cabeza aquella frase de Machado: “Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar, pasar haciendo caminos, caminos sobre la mar”.





Video al final

Salve Marinera (feat. Eva Durán)