martes, 14 de febrero de 2017

Con mi niño a las estrellas

I

- ¡Mira!, ¡Las luces!, ¡Mira, máma, ya vienen!- dice Jorge, recostado en el suelo sobre ella y, ya casi sin voz, apuntando con la mano al cielo. 
- Sí hijo, las veo- susurra Dolores mientras, llorando y sin fuerzas, acaricia la  mejilla de su hijo y ve apagadas las estrellas.


II

Rubén entró en casa de su tía Dolores, la puerta estaba entreabierta y la televisión encendida a toda voz, como siempre. Por la hora que era, le extrañó que no estuviesen ni ella ni Jorge en casa cenando. Entró en la cocina para coger un quinto de cerveza y vio en la mesa de formica un sobre dirigido a él. 

“El cielo me lo trajo, aquí encontró el infierno y
ahora él se quiere ir a las estrellas, y yo, Rubén, voy a llevarlo y me iré con él, con mi niño.

Es un ángel. Supe que estaba preñada porque ya no pude meterme ni un pico ni probar una gota de vino.

¡El mono me comía! Rabiaba... y aguanté, lo pasé sola en mi cuarto, tirada en el suelo como una perra; apretaba fuerte mi rosario entre las manos y rezaba porque dentro de mí estaba mi niño.

Los médicos dijeron que mi hijo estaba mal de la cabeza. Yo nunca noté nada. ¿Pues qué voy a saber yo de esas cosas, si me sacó mi madre de la escuela a los doce años para trabajar y cuidar de ella?

Me casé embarazada con 15 años y mi marido me daba palizas mientras vivió. Mi madre decía que aguantara y, al final, acabé otra vez enganchada al caballo y alcoholizada, como él.

De mayor, mi crío, por lo suyo, no pudo seguir en la escuela y como no tenía otra cosa que hacer, unos demonios me lo metieron en la droga.

Me pegaba pero me daba igual; desde chiquilla me han molido a palos. Él es bueno pero las drogas... ¡qué malas que son!

¿Te acuerdas que el domingo pasado lo encontré en la puerta de casa muy colgado?

Dijo que se le apareció un dragón muy brillante y que volvería para llevárselo a las estrellas.

Se lo contó todo al Chino y al Loco, pero se rieron de él.

Hoy está con la petenera de que he de acompañarlo. ¡Hasta dibujó dragones brillantes y de colores para convencerme!

Cogí el más bonito de todos para pegarlo en la nevera pero se enfadó, me dio una patada y me estampó la cabeza contra la pared.

El pobre lloraba. Decía que nadie le hacía caso, así que se ha ido muy triste al parque a esperar a sus dragones con luces.

Y yo, Rubén, que el médico me ha dicho que voy a durar ya muy poco entre el SIDA y el cáncer… ¿quién va a cuidar de mi niño si estamos los dos solicos en este mundo?

He llamado al Loco y me ha traído de todo.

Así que me voy al parque con él, con mi niño. Me llevo una manta, unas litronas, mi rosario y las papelas de jaco. Porque hoy, Rubén ¡tú sí que nos has querío!, hoy y que el Señor me perdone, mi niño y yo dormiremos en las estrellas.








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