El actor Matías Tárraga recorre el
mundo leyendo caminos con los pies, viste y se alimenta de todo público que le
ofrezca unos dineros
Trotamundos, artista de la palabra y el verso que nos pinta la realidad a
través de su juego: el verbo. (Continúa)
El actor Matías Tárraga recorre el mundo leyendo caminos con los pies, viste y se alimenta de todo público que le ofrezca unos dineros
Trotamundos, artista de la palabra y el verso que nos pinta la realidad a través de su juego: el verbo. (Continúa)
No es una ilusión
hablar de juglares en pleno siglo XXI. Matías Tárraga Manrubia (1975) es un
juglar de los de verdad, de mito, de fábula y aventura y, como no puede ser de
otra manera, él mismo se ha de presentar: “Oriundo de San Javier, localidad
costera de la provincia de Murcia, tierra de piratas berberiscos, castillos
fronterizos, maquis de leyenda, cante jondo y acento barroco. De mi tío abuelo,
Pedro, guardo las quintillas de los trovos mineros que iba improvisando, de mi
madre, María del Carmen, su pasión por el ritmo y la poesía; de cada peculiar
artista de mis familias un impulso creativo irremediable. Antes que al teatro
(con compañía, director y carromato) nací a los versos y los cuentos (paseando
mi sombrero por los bares y las plazas), mientras peleaba con los estudios de
Geografía e Historia en una lid a todas luces desigual”.
Como si de un viaje en
el tiempo se tratara el historiador, poeta y juglar Matías Tárraga nos
transporta a la Edad Media al preguntarle por los orígenes de su ancestral
oficio: “Juglar viene del latín ‘iocularis’, ‘iocus’ que significa juego. El
juglar “juega” con la palabra, el verbo; su espacio natural es la fiesta, la
plaza, el ágora donde la voz no puede ser coartada y el amo permite al siervo
fabular y hacer chanza de la jerarquía, uniéndose en igualdad de condiciones al
ritual. En esa catarsis los romances, las leyendas, las coplas, las
improvisaciones hacen trascender a la concurrencia sin abandonar el pulso
lúdico, motor necesario de todo ritual”.
- Esa crítica social parece que despierta filias y fobias, ¿no?
- Los Juglares cosechan el interés y la admiración, tanto como el miedo y el
desprecio, de sociedades y gobiernos. Son representantes de lo inestable,
nómadas en cuerpo, alma y pensamiento, y al tiempo portavoces de la sociedad.
Lo que cuenta el juglar, por entonces en las tabernas o en las calles era como
una novela rosa. Contaba los entresijos de la corte o anécdotas populares y los
relataba por los pueblos. Transmitía noticias, unas veces sesgadas,
reales o interpretadas. El juglar es el garante de la memoria porque no
hace dogma de ella, su función es entretener. El juglar puede actuar delante de
un comunista o de un fascista y estar todos jugando al “juego”, el ritual de la fiesta.
- Sin embargo, en el imaginario colectivo el trovador está mejor
considerado que el juglar
- En el acervo popular
el juglar es de una escala social inferior al trovador. Los juglares, por
entonces no sabían escribir ni leer, por lo que memorizaban los textos que les
daban los trovadores y los pregonaban por los pueblos. A veces los recitaban
tal y como se los enseñaba el trovador pero la mayoría de las veces cambiaban
la historia. El trovador formaba parte de la corte y era culto, escribía versos
o canciones y podían ser hidalgos, abades de monasterios. El juglar actúa en la
corte o en la taberna, tiene que jugar a un juego y juega. Los juglares nos
resistimos a otorgar a la escritura el estandarte de “salvaguarda de la
memoria”, a equiparar lo culto a lo escrito, lo popular a lo superficial, lo
oral a lo iletrado.
- No negará que el juglar despierta ciertos temores
- Sí, dan miedo porque
su esencia es ser nómada en cuerpo y alma. Un caminante, un trotamundos, es inquietante. Cuando uno es nómada aprende
que una frontera se cruza dando un paso y esa libertad asusta a los poderes
establecidos y a las gentes acomodadas.
- ¿Qué aporta un juglar al siglo XXI?
Lo mismo que aportaba
en Grecia el Aedo, o el juglar en la Edad Media. Son ese garante de la memoria
colectiva, son el soporte de esa memoria, canaliza las energías de la fiesta
donde el señor y el vasallo son lo mismo, el niño o el viejo, y hace que esa
reunión sea armónica.
En tiempos tan
fastidiados como los que corren el juglar, a través del juego, de la escena, da
voz a lo que da miedo nombrar. Da voz a unos universales de la emoción que en
ese momento están constreñidos pues la gente no tiene vehículos para hacerlo.
Exorciza los demonios en época de crisis, hace soñar.
- Apenas se oye hablar de juglares en España
Hay gente que ha investigado
la figura del juglar y, actualmente, cada vez hay más, lo mismo ocurrió con los
cuentacuentos. Hay juglares especializados y son interdisciplinares. Fernando
Fernán Gómez era un juglar, era un artista casi del Renacimiento, cantaba,
recitaba, dirigía una escena, era un actor metido en la Real Academia Española,
un juglar que cruzó fronteras.
El Hip-Hop, los Clown…, son juglaría como todas las
manifestaciones urbanas en las que hay una interrelación con el público a
través de la música, la palabra y el ritmo.
- ¿Y en Murcia?
Murcia tiene mucha
tradición, por ejemplo tenemos a Pepa Robles y a muchos troveros, como el tío
Juan Rita, especializado en el trovo pero es juglaría. Conversan al cantar con
su público.
- ¿Qué mensaje transmite en sus relatos?
- No hay mensaje. Cuando un juglar cuenta una historia
en un foro de 300 personas no narra solo una historia sino que se conforman 300
historias distintas, una por cada uno de los oyentes. Cada uno interpreta los
símbolos según sus códigos. Un periodista, por ejemplo, informa de manera
homogénea para que, lo lea quien lo lea, todos entiendan lo mismo. El juglar
tiene otra tarea, que es la de contar historias para que cada uno cree, en su
interior, al escucharlo su propia fábula. Contaré una anécdota ocurrida en
Montería, una tierra ganadera allá en Colombia. Tras terminar el espectáculo de
“Juglar X Juglar”, un caballero del público se acercó emocionado y me felicitó
efusivamente: “Me ha encantado todo lo que ha dicho sobre los toros”. Juro y
perjuro que yo no había hablado absolutamente nada sobre toros, vacas o cosa
semejante; pero él, con su imaginario, había estado viéndolos durante todo el
espectáculo.
- ¿Qué proyectos tiene actualmente?
- Ahora mismo estoy
enfrascado en el programa de “Juglares” que estoy desarrollando aquí en San
Javier y en Murcia. Mi idea es llevar una programación permanente de juglaría
en diversos lugares de la Región, intervenir en espacios penitenciarios, en aulas,
trabajar con gente en riesgo de exclusión, etc. Cuando todo esté en marcha
quiero comenzar a montar un nuevo espectáculo sobre la “Ida y vuelta”, algo que
tengo dando vueltas desde hace tiempo. Una historia sobre la migración, el
nomadismo, las fronteras y la memoria.
- ¿Cómo supo que había nacido para ser juglar?
- No sé si me he dado
cuenta todavía, tal vez cuando me lo preguntan y lo expreso tomo conciencia de
que lo que yo hago es juglaría. Pero
todo está en el camino. Como poeta había ganado algunos premios, pero quería
escapar de la cárcel escrita; y como narrador echaba de menos el ritmo de las
canciones populares y la dinámica del verso. Me encaminé pues hacia el juglar:
cuentista, músico, versador y romancero... y funcionó. Recorrí a pie toda la
costa española contando y cantando historias, sobreviviendo únicamente del
peculio voluntario que me ofrecían los transeúntes en las plazas, y así fui
construyendo un estilo y un personaje que hoy, valga la flor, vive de lo que
cuenta.
Matías se levanta y
coge su sombrero; juega con él entre las manos mientras deja en el aire la
sospecha de si es un profeta o un poeta. Como un mago de rutas sin rumbo,
intuye la incógnita y alejándose responde:
“La voz del pueblo es
la voz de Dios” ya lo dice el bien conocido aforismo latino. La voz de Dios, el
rumor de la memoria, el mantra del acontecer humano. Es en ese canto colectivo
donde se forjan tradiciones, símbolos, miedos e ideologías”.
Jugar es uno de los
actos más trascendentes en la vida. El juego es comunicación sagrada.
LUNES NEGRO
Se acabó la luna del domingo,
se acabó, se extinguió
en un tornasol de mar
sin horizonte.
Se murió la luna,
se apagó o se fue
o se dejó vencer en el espejo.
Hoy hay un hondo cráter negro
que riela su nada
sobre un mar de sombra.
Matías Tárraga
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