Cada tarde me asomo para verte pasar bajo el puente de la autovía.
Me gustaba meterte mano mientras conducías. ¡Cómo te enfadabas! No soportabas que te distrajese si ibas al volante.
Creo que por eso ahora cuando te cruzas conmigo es como si no me vieras.
Lo que no entiendo es por qué, cada año, el cuatro de julio, te paras frente a mí, dejas una rosa y una lágrima a mis pies y sin hablarme, te marchas.
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