domingo, 5 de enero de 2014

Un sueño de la experta en Microcréditos Rosa Escandell

“Somos mujeres que tejen su futuro”

“He visto a mujeres de varios continentes lograr su emancipación con sus manos y un microcrédito. Si ellas lo consiguieron, ¿por qué no en España?"


Fotografía: Inmaculada Barranco

Tras 16 años por América Latina, Asia y África impulsando el microcrédito como medio de financiación a proyectos de trabajo para mujeres en situación de pobreza y marginación social, Rosa Escandell (Alicante, 1967), decidió asentarse en su ciudad natal para crear y dirigir una empresa de inserción, A Puntadas S.L, que sirviera de puente entre mujeres en situación de exclusión y desarraigo social y su normalización en el ámbito laboral. 

“Soñaba con quedarme en España definitivamente –comenta Rosa- y aprovechar mi experiencia para ayudar a personas en situación de desigualdad”. 


Durante estos años ha trabajado con Muhammad Yunus (Nobel de la Paz 2006 y Premio Príncipe de Asturias a la Concordia en 1998), ha desarrollado proyectos en diferentes países (Bangladesh, Brasil, India, Colombia, México, Argentina…), organizando campañas de sensibilización para facilitar y difundir el microcrédito. “Yunus me dijo que el beneficiario de un microcrédito no es el que viene a buscarte a ti, sino que tú has de ir en busca del destinatario. El crédito es un derecho”, comparte la empresaria de su experiencia con el Nobel. 

Otra clave para su trabajo viene de la mano de la top model Bibi Russell, diseñadora bangladeshí y embajadora de buena voluntad de la UNESCO, que abandonó su vida acomodada en Londres, y regresó a su tierra para generar cooperativas textiles y artesanales con mujeres que abrieran vías de comercialización a esos productos. Russell idea el concepto de “Moda para el Desarrollo”. 

El microcrédito, la “Moda para el Desarrollo” como inspiración y la experiencia de Escandell, culminarán con la creación de la asociación Programa de Inserción de Mujeres (PRM), primero, y “A Puntadas”, después. 

Fotografía: Apuntadas

“He visto y vivido la pobreza extrema y a mujeres de varios continentes lograr su emancipación con sus manos, empleando materiales autóctonos para tejer y elaborar su artesanía contando tan solo con la ayuda de un microcrédito. Y si ellas, y en esas condiciones, consiguieron salir adelante, ¿por qué no hacerlo en España con personas desfavorecidas socialmente?”, se pregunta Escandell. 


En 2005 y ya en España, funda A.D.C.A.M. (Asociación de Desarrollo, Comercio Alternativo y Microcrédito), desde la que llega a un acuerdo con la empresa de calzado Grupo Pikolinos, mediante el cual las artesanas maasai de Kenia y Tanzania elaboran diferentes motivos étnicos sobre piel, para la colección “Sandalias Maasai”. Actualmente da trabajo a 1.600 mujeres durante 5 meses al año. El efecto es claro para Escandell: “estas mujeres jamás han manejado dinero. Ahora se sienten libres y dan de comer a sus familias”.

“Voy dos veces al año a Kenia. Con todas estas acciones, contribuimos a paliar la situación de la Comunidad Maasai, que según Decreto de la Asamblea General de las Naciones Unidas de 2007, sobre los derechos de las poblaciones indígenas, está considerada entre las 31 tribus más amenazadas del planeta”, asegura. 

En el camino, no todo ha sido fácil para la emprendedora alicantina: “en África he enfermado, me han salido ampollas hasta en las orejas, he ayudado a mujeres perseguidas por leonas. No tenía a mi madre cerca…, pero al menos contaba con la amistad y el apoyo de William, el jefe massai con quien desarrollamos este proyecto, y de toda su tribu”.

 Fotografía: Inmaculada Barranco

Fotografía: Inmaculada Barranco

En 2006, Escandell se instaló en Alicante y, tras valorar los colectivos en situación de riesgo de exclusión, se decidió por ayudar a la población penitenciaria. “Me planteaba: ¿qué puede sentir alguien que está en la cárcel y sabe que pronto va a salir? Si eres mujer y con un pasado delictivo, la probabilidad de encontrar trabajo se reduce a los mínimos. Así que empecé a darle vueltas y surgió la idea de crear una asociación sin ánimo de lucro a la que llamé P.R.M. (Programa de Reinserción de Mujeres). 

Esta emprendedora alicantina presentó el proyecto a Mercedes Gallizo, por entonces directora general de Instituciones Penitenciarias en Madrid, así como a la Obra social de la CAM en busca de financiación. Ambos lo aceptaron. 

En el año 2007 comenzó a desarrollarlo en el centro penitenciario “Alicante II” de Villena. Fue la propia Mercedes Gallizo quien propuso esta cárcel para realizar la experiencia piloto. 

Según Rosa, “esta experiencia consiste en un proyecto integral de reinserción para promover las habilidades textiles y artesanales de las reclusas, de forma que puedan generar recursos propios a través de la venta de sus productos. Con él, se impulsa la creación de microempresas dentro del entorno penitenciario y se aprende a producir y gestionar un negocio. Por supuesto, todo ello con una importante presencia de los microcréditos. Si ayudan a millones de mujeres en todo el mundo, ¿por qué aquí no?”

Un cuarto de siete metros cuadrados 

En el Parque Empresarial de Elche, la hilera de palmeras a lo largo de la avenida principal parece indicar el camino para llegar a “A Puntadas”. 

El local tiene sobre su fachada de color rojo un enorme cartel con la silueta de una menina. Las “Malas Meninas” es la marca textil que emplea esta empresa de confección y artesanía. Es la marca de la inserción. 

En la puerta, junto al jardín de entrada, se encuentran Rosa Escandell y la encargada de taller, Lali Piqueras que, sonriendo, explica: “Empezamos en un cuarto de siete metros cuadrados y ahora tenemos una nave de 1.400 metros cuadrados” 

Impresiona la amplitud y la luminosidad del espacio. El suelo está pintado de un verde brillante acogedor. El mobiliario blanco está rodeado por estanterías llenas de grandes bobinas de hilos de infinidad de colores, botones de todas las formas y tamaños, cremalleras, cintas de bies y sobre las mesas rollos de telas en tonos y texturas que no hacen más que invitar a acariciarlas. El despacho de Rosa está en el centro del local junto a un comedor, en el que almuerzan y comen. Hay frases motivacionales en las paredes. Al fondo del taller hay un aula de formación que da cabida a 20 personas. 

Las ocho mujeres que trabajan en la cadena de producción están sentadas frente a sus respectivas máquinas de coser. Agachan la cabeza para eludir las fotos. El programa de reinserción mantiene la confidencialidad de sus identidades. 

Farida tiene 32 años y reside en España desde hace ocho. Su marido y ella son parados de larga duración y han tenido que cambiar de residencia porque el banco les desahució. Lleva 6 meses trabajando en A Puntadas: 

“Cuando llegué no sabía hacer nada, ahora estoy aprendiendo un oficio y he encontrado mi libertad. Soy yo. He comprendido que se puede seguir luchando. ¿Sabe?, antes cuando trabajaba no lo hacía con ilusión, no sentía la vida. Aquí tengo amigas y nuestras jefas son como nosotras. Trabajan mucho para que salgamos adelante y aunque todavía no hacemos bien nuestro trabajo, somos conscientes de que ellas necesitan de nuestras manos, se cogen a ellas para salir adelante”. 

No es un caso único esta empresa. La crisis y la imposibilidad de encontrar un trabajo digno han llevado a algunos emprendedores con conciencia social a crear lo que se denomina Empresas de Inserción (E.I.) como la que dirige Rosa Escandell. 

Empresas de inserción 

Las E.I. aúnan la visión empresarial con el compromiso social. Durante tres años contratan a parados de larga duración y mayores de 45 años, mujeres víctimas de malos tratos, personas excarceladas, inmigrantes, personas con adicciones y en tratamiento, menores que proceden de programas de tutela y todas aquellas personas que, por diversas circunstancias, se han visto excluidas, apartadas en algún momento del mercado laboral y han perdido ciertas habilidades o competencias que les dificulta e impide la reincorporación al mundo laboral. 

La regulación del régimen de las Empresas de Inserción se encuentra en la Ley 44/2007, de 13 de Diciembre. 

Fotografía: Inmaculada Barranco

Hilar y tejer el futuro 

Grace, una de las componentes de este innovador grupo, comenta: “Yo pensaba que por haber estudiado no tenía que aprender nada más, pero estaba muy equivocada. La vida entera es un aprendizaje y aquí hilamos y tejemos nuestro futuro”. 

“Después de un tiempo, - dice Rosa - comprendí la necesidad de trasladar el Plan de Reinserción de Mujeres fuera de la cárcel, pero como empresa y no como asociación, si bien una empresa sui generis dado que más que ofrecer trabajo estable sirve de punto de tránsito hacia la normalización laboral. Por otro lado, esta iniciativa daría independencia al proyecto y no dependería tanto de la ayuda institucional. Fue así como surgió la idea de A puntadas. 

P.R.M. y A Puntadas son, como señala la propia Rosa, “dos proyectos distintos con un objetivo común: la formación en habilidades textiles para dar salida laboral a mujeres con dificultades de inserción.” 

Además, los beneficios obtenidos por la empresa revertirían en la asociación PRM, con la finalidad de no depender de las subvenciones. 

A Puntadas nace después de más de tres años de trabajo de la asociación sin ánimo de lucro Programa de Reinserción de Mujeres-PRM, en la gestión de talleres de formación y producción, dirigidos a mujeres reclusas y/o en riesgo de exclusión, que han incorporado el diseño y la comercialización desde una visión empresarial, favoreciendo su profesionalización y la sostenibilidad de los proyectos. 

Fotografía: Apuntadas

“Ahora y en este tiempo de crisis la realidad golpea con más fuerza a los más débiles –comenta Escandell- la Ley nos exige, como empresa de tránsito que somos, finalizar el contrato de estas mujeres a los tres años y con la tasa de paro que hay me pregunto qué será de ellas. Eso me quita el sueño, hay días que me levanto cansada, muy cansada y aunque hay noches que no duermo, en cuanto pongo un pie en el suelo sigo soñando. Pero entro en el taller, veo a las chicas trabajando y respiro hondo.” 

Huele a café y Lali entra en el despacho de Rosa sonriendo y con aire de complicidad. Salen juntas hacia el comedor. Rosa se acerca a una de las mesas del taller y coge una tira de tela de color violeta, la coloca alrededor de su cuello y hace de un “trapo” un elegante pañuelo. Ella es capaz de sacar la belleza de lo que otros desecharían y dar valor a lo humilde. Al igual que la escultura Louise Bourgeois, Rosa ha sabido “ver esa enorme fascinación por la aguja. Se utiliza para reparar el daño. Es una petición de perdón. Nunca es agresiva. No es un alfiler.”

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