Supe que te acercabas
a mí por el dulce escalofrío que sacudió mi piel. Incliné hacia atrás la cabeza
para que mi pelo te rozase al llegar.
Respiré hondo y cerré
los ojos al sentir tu presencia, tu calor.
Posaste tus manos
sobre mis hombros y presionaste, levemente, tu torso contra mi espalda. Un
hormigueo recorrió mi vientre y bajó hasta mis muslos, tensándolos; tomé aire y lo retuve, permanecí así, sin prisa, equilibrando el vértigo, el temor y el
deseo.
Acariciaste mis brazos y tus dedos, como brasas, bajaron hasta mi cintura, y despacio, sin dejar de
tocarme, te detuviste en las caderas. Las sujetaste con firmeza y tiraste de
ellas, hacia ti, con fuerza. Mordí mis labios y contuve la respiración. Mi
corazón estaba a punto de estallar.
Fotografía de César Cerón
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