viernes, 25 de agosto de 2017

Sexo salvaje




Esto de tener sexo una vez en la vida y morir por ello me empina las alas más que el Red Bull. Me excita hasta la extremaunción emanar más feromonas que la colonia Axe en su fragancia ‘almizcle & siete machos ’.


Aquí  nosotros todos. Desquiciados. Salidos. Histéricos. Esperando a que ellas nos tomen para vaciar nuestra existencia aprisionados en su ranura vaginal
para perpetuar la especie.


Si es que es primavera, todo tan en flor y esta llovizna entre limoneros, azahares y buganvillas a las faldas de la Fuensanta. El aire caliente, la tierra empapada, húmeda y blandita para excavar túneles. ¡Ay!


Ya llegan ellas, las divas. Una será mi reina; mi dueña. Me arrastrará frenética a los matorrales. Pero ahora he de pavonearme  para  ser elegido como semental. Que si me pongo aquí, que si me pongo allá, parezco Chiquito de la Calzada seduciendo a Tony Manero.


Me ha empotrado al vuelo. Mi diosa: tan grande, tan negra, tan voluptuosa. Tan hembra. He tenido que aferrarme a su enorme cuerpo para no salir despedido por el embiste.


Porque ella no es cruel al pensar que soy una huevera portadora de material genético. No, ella es buena. Pero, pero tiene esa naturaleza salvaje, incontrolable y violenta  que hará que, en cuanto consiga mi esperma, acabe su hospitalidad genital y entonces se girará con tanta furia que descuartizará mi cuerpo por la cintura. Luego se alzará y volará un rato con mis genitales aún colgando desde los suyos para terminar de exprimir mi semen. Después buscará una parcela fresquita de tierra mojada y tierna en la que taladrar y fundar su imperial hormiguero.



P.D. Fuente: reportaje en la revista Quo sobre la suerte que corren las hormigas macho tras la fecundación de las reinas.

Fotografía: Foto: iStockphotos

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